Foco Patricia Mazuy

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A CONTRACORRIENTE: EL CINE REBELDE DE PATRICIA MAZUY

Dedicamos nuestro foco de esta XII edición a Patricia Mazuy (Dijon, 1960), uno de los grandes nombres menos visibles para el público dentro de las últimas décadas del cine francés. Nuestra retrospectiva sugiere además un viaje por la historia reciente de la cinematografía gala a lo largo de los cinco largometrajes de esta antigua colaboradora de Agnès Varda, desde su debut con la singular y fascinante Peaux de vaches (1989), que ya dejaba notar su férrea voluntad por transformar e indagar en los géneros clásicos del cine, hasta la más reciente Bowling Saturne (2022). Una filmografía discontinua en el tiempo, pero siempre caracterizada por ir a contracorriente de las tendencias imperantes y poner en valor la fértil herencia que da forma al lenguaje de sus películas, todas ellas rebosantes de amor por unos personajes al límite.

En la última secuencia de Las cien y una noches (Agnès Varda, 1995), aquella peculiar carta de amor de la gran directora francesa al cine en su centenario, Sandrine Bonnaire y Jean-François Stévenin se lanzaban apasionados hacia una carretera de algún punto de la Francia rural. No era casual que aquella ficción mastodóntica, compuesta a partir de un sinfín de referencias a autores tan consagrados en el imaginario cinéfilo como Fellini, Welles o Buñuel, finalizara con dos carreras hacia el futuro: una era la mencionada; la otra, hoy icónica, la de Denis Lavant al ritmo de Modern Love de David Bowie en Mala sangre (Leos Carax, 1986). Si la trayectoria febril y dispersa de Carax es de sobra conocida a día de hoy por cualquier persona interesada en el cine, la de Patricia Mazuy, que así se llamaba la directora que filmó a Bonnaire y Stévenin en Peaux de vaches (1989), ha permanecido mucho más oculta, a pesar de haberse presentado entre elogios en los festivales más prestigiosos del mundo. De forma más sangrante y concreta fue ignorada en nuestro país, donde ninguno de sus largometrajes ha conocido estreno comercial y sólo en ocasiones muy contadas han sido exhibidos en algún pase de festivales o filmotecas.

Antes de firmar la mencionada Peaux de vaches, la trayectoria de Mazuy aparecía ligada a la de Varda como montadora de Sin techo ni ley (1985), durante cuyo rodaje conoció a Sandrine Bonnaire. Después, su debut conquistó a la crítica francesa —Jacques Rivette, fascinado, dijo que había tenido que volver al cine a verla para comprobar que no la había soñado—, y se convirtió en una película de culto, demostrando una habilidad fuera de lo común para fundir el paisaje rural y las mareas internas de sus personajes con el movimiento de la cámara. Pese a este prometedor recibimiento, tuvieron que pasar once años, varios documentales y películas para televisión —entre ellas la alabada Travolta et moi, dentro de la mítica serie Tous les garçons et les filles de mon âge, en la que también participaron con sus obras Chantal Akerman, Claire Denis o Olivier Assayas— para que Mazuy volviera a filmar un largometraje, esta vez con una lujosa producción y un reparto encabezado por Isabelle Huppert. Saint-Cyr (2000), intriga romántica ambientada en la corte de Luis XIV, no fue tan recordada tras obtener un premio en Cannes, tal vez por subvertir las expectativas de una gran película de época con una obra que volvía a situar sus intereses en otra escala.

Transcurridos otros once años —hagamos cuentas: más de dos décadas desde Peaux de vaches—, Mazuy firmó el tercer título de esta serie de largometrajes para cine, Sport de filles (2011), más modesta en su pelaje pero de similar agudeza en el retrato social y habilidad en su recolección de géneros e influencias hacia un terreno propio. Protagonizada por Marina Hands y Bruno Ganz, esta película, otra vez con espíritu de western, toma como pretexto el conservador mundo de la doma clásica de caballos y pone sobre la mesa dos aspectos fundamentales en su cine. Por un lado, que todas las películas de Mazuy se resisten a un primer etiquetado, consiguiendo ser esquivas e inquietantes a la vez que divertidas y transparentes. Por otro, que la probada obstinación de la autora a la hora de llevar a cabo cada proyecto se traslada a sus personajes femeninos, siempre opuestos mediante sus acciones a un paisaje gris y funcional. Tanto en esta película como en las posteriores, las protagonistas deberán dar salida a sus intenciones en entornos que invitan a la comodidad y el conformismo.

Atendiendo a lo esporádico de esta filmografía, puede decirse que las recientes Paul Sanchez est revenu! (2018) y Bowling Saturne (2022) marcan un resurgimiento en el cine de Mazuy, quien en estos últimos once años ha filmado más ficciones para cine que en las dos décadas previas. Una suerte de díptico que vuelve a apostar por mirar hacia lo antiguo, y no tan sabido, para hacer con ello algo nuevo y revolucionario, como en la máxima straubiana que invitaba a poner en su sitio cosas antiguas pero olvidadas. En la primera, un policíaco tan brioso y salvaje como lúdico, que muestra aristas de un paisaje social que nunca podrá ser descifrado en su totalidad, un mítico criminal sugiere su reaparición en una región donde rara vez pasa algo relevante. La segunda, un subyugante neo-noir que construye idéntico panorama de podredumbre humana a partir de una atmósfera más densa y nebulosa, apunta de nuevo a la abominación del ser y desarrolla, de forma paradójica por la extrema crudeza de alguno de sus pasajes, un relato que poco tiene de ensañamiento.

En estas cinco películas del programa, intérpretes icónicos del cine mundial como Isabelle Huppert o Bruno Ganz comparten protagonismo con otros actores mucho más desconocidos, como su propio hijo Achille Reggiani. Además, cuentan en su equipo con auténticos emblemas de la historia de las artes, caso del director de fotografía Raoul Coutard, el músico John Cale o los hermanos Dardenne como productores. Un hecho que da testimonio de la inagotable capacidad de esta cineasta para hibridar lo mínimo y lo lustroso, en definitiva, lo más esencial del cine con unas grandes formas.

Desde el Festival Márgenes, el FICX y Filmoteca Española queremos brindar la oportunidad de descubrir a una autora de inquebrantable coherencia, con el mismo sello de un estilo único y poderoso que reivindicamos en la totalidad de nuestra programación, y con ella a una forma de hacer cine que en sus pliegues tiene mucho más de novedosa y revolucionaria que otras tantas que lo van pregonando en la superficie. La brillantez de Patricia Mazuy es la de quien sabe mirar atrás con sabiduría para construir todo un mundo sobre ese humilde gesto.


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Patricia Mazuy
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